Desarrollo de habilidades directivas
Son muchos los que sueñan con alcanzar posiciones directivas y que trabajan arduamente para ser merecedores de un ascenso que les ofrezca mejor sueldo y mayor poder. Cuando finalmente llega la ansiada promoción, el operario que hasta el momento había ejecutado las órdenes de sus superiores es puesto al frente de un equipo que debe dirigir.
El paso de las labores operativas a las responsabilidades directivas acostumbra a ir acompañado de un coctel de intensas emociones en el cual se mezclan la ilusión y el orgullo con el miedo y la ansiedad. El flamante directivo se encuentra con un mundo desconocido, en el cual sus conocimientos técnicos le van a servir de poco. De él se espera que tome decisiones acertadas y que lidere su equipo para lograr los objetivos de la empresa. Pero ni en la escuela ni en la universidad, ni siquiera en la maestría le han enseñado a tomar decisiones estratégicas y a liderar. Lo que ha aprendido a lo largo de su formación académica y de su carrera profesional es a especializarse en un campo de conocimiento y a ejecutar una serie de tareas técnicas.
Es habitual que los recién ascendidos a directivos, desconocedores de sus nuevas funciones, se dediquen a realizar las mismas tareas que tenían como operarios, pero ahora con más ímpetu que antes. De esta forma es como las empresas pierden buenos comerciales, ingenieros o contables, para ganar malos coordinadores o gerentes.
La relación con el equipo es otro gran reto que tienen que enfrentar los nuevos directivos. Hayan sido ascendidos dentro de la misma empresa o en una nueva compañía, les tocará lidiar con los egos de aquellos subalternos que se consideraban merecedores de la posición que ahora ellos detentan. Incluso puede ser un reto ganarse el respeto de los pares, que interpretarán su inexperiencia como una amenaza para la empresa. Tanto es así que, algunos directivos, llegan a desarrollar el síndrome del impostor, que los lleva a cuestionarse su capacidad para ser directivo y la legitimidad del ascenso que les ha elevado a una posición de mando.
Para evitar este tipo de situaciones que restan competitividad a la empresa, es importante que se diseñen planes de capacitación y acompañamiento para directivos. La asignación de mentores dentro de la misma empresa es una buena iniciativa que ayuda a reducir la curva de aprendizaje, como también puede serlo un plan de formación interno basado en las capacidades de los directivos de la propia empresa. Estas son iniciativas valiosas, aunque a menudo tienen como limitante la escasa disponibilidad de los altos directivos para entregar el tiempo que requieren.
La mejor alternativa para adquirir y desarrollar habilidades directivas es buscar el apoyo de una escuela de dirección. A diferencia de las universidades, las cuales especializan al alumno para que sea un gran conocedor de un área muy específica del saber, las escuelas de dirección ofrecen una formación generalista, a través de la cual el participante desarrolla nociones sobre distintas áreas sin llegar a ser especialista en ninguna. Así, en las escuelas de dirección se adquiere una visión holística de la empresa abordando áreas como las finanzas, la dirección de personas, la dirección de operaciones, el marketing o la estrategia general.
Todas las empresas e instituciones, independientemente del sector al cual pertenezcan, debe recordar que las habilidades directivas no se desarrollan en el currículum académico tradicional ni con la experiencia como operario. Si quieren lograr que sus directivos desempeñen adecuadamente su rol, deben establecer planes de capacitación diseñados para mejorar la toma de decisiones y el liderazgo de equipos.