IV Edición: Recursos energéticos & mineros

Ir al súper es súper si eres Superman

En el mundo laboral de hoy existe algo llamado “pausas activas”. Pero estemos claros. Pareciera un nombre pomposo que se inventó un sindicalista para que no lo botaran por salir de la oficina, en plena jornada laboral, a fumar y tomar café. Aunque para quienes trabajamos desde casa, sabemos que una pausa activa más bien se traduce en un “voy a aprovechar para lavar los platos” o “me da chance de ir al supermercado rapidito”. Les confieso que yo siempre prefiero esta última. Así me evito lavar los platos.

 

Entonces entro al supermercado y comienzo mi compra agarrando un brócoli. Porque ya aprendí que el brócoli perfecto no es el que está amarillento ni el que está muy pequeño y con ramas. El brócoli perfecto es aquel que podría llevar en la iglesia una novia vegana.

 

Luego llego a ese producto de primerísima primera necesidad en mi cesta básica: el café. Del cual no agarro uno, sino tres empaques. Porque siempre pienso que cuando los extraterrestres en verdad quieran dominar a la raza humana, no lo harán destruyendo la Casa Blanca. Lo harán bombardeando todos los sembradíos de café del mundo para luego colonizar a un planeta Tierra que nadie saldrá a defender por tener demasiado sueño.

 

Después me aborda una mujer muy guapa haciéndome creer que quiere algo conmigo porque yo también soy demasiado guapo:

 

  • Hola, ¿cómo estásss?
  • Bien, gracias, ¿y tú? Mucho gusto, me llamo Reuben.
  • Y yo, Cristina. Mira, ¿tú que eres alto me podrías alcanzar una botella de ese aceite que está allá arriba?

 

¿Por qué no cobro cada vez que me piden ese favor en el supermercado? No me haría millonario, pero al menos tendría para comprar más café.

 

Ahora paso por la zona de las golosinas y recuerdo que debo llevar nachos para una reunión en casa de unos amigos que tienen un perro gigante. Los tomo y de inmediato pienso en cuál acompañante les iría bien. ¿Salsa de queso, vegetales o guacamole? Al final da lo mismo porque no importa cuál lleve, igual acabaremos comiéndonos esos nachos con el acompañante especial de la casa: los pelos que bota el perro.

 

Ya listo, llego a la fila en donde me encuentro con todos los otros vecinos que también andan en su pausa activa. Momento peculiar en donde se pone muy inactiva la pausa activa, brindando un valioso tiempo para reflexionar. Lo malo es que no termino reflexionando sobre lo importante, sino que me pongo a pensar cosas como cuántas más cámaras traerá un celular en el futuro. ¿Dieciséis? ¿Toda la parte de atrás del teléfono serán puros lentecitos?

 

¡Ahora sí! ¡Al fin! ¡Soy el primero en la fila!... Bueno, ya no porque llega una señora que me dice:

 

  • Señor, ¿me deja pagar este pimentón rapidito?
  • Dele, señora.

 

Porque si algo me caracteriza es mi caballerosidad. Tanto así que ese día, cuando llegue la nave alienígena, dejaré que la señora se suba primero. Pero por ahora, la señora lleva el pimentón a la caja:

 

  • Son dos mil pesos, señora.
  • Ya le pago con estas moneditas.
  • Amiga, pero este pimentón está como pasado.
  • ¿En serio? Ay, déjeme ir a cambiarlo.

 

Por lo cual ahora debemos esperar a que la señora haga otra audición de pimentones mientras los de la fila comienzan a odiarme más que a entrenador exigente de gimnasio. Pero la señora vuelve rápido:

 

  • Mejor llevo una cebolla.
  • Entonces déjeme borrar el pimentón del sistema para meter la cebolla.
  • Cómo se ha puesto la vida de cara, ¿no?

 

Y si no es porque en ese instante carraspeo duro, a la película del pimentón le hubiesen hecho secuela, precuela y hasta serie animada.

 

¡Pero ahora sí! ¡Por fin llega mi turno! La cajera comienza a pasar mis productos por el escáner y entro a esa fase de la compra que es protagonizada por la uña, porque la cajera toca la pantalla con su uña acrílica de 17 centímetros, marco la clave de mi tarjeta con la uña, abro la bolsa plástica con la otra uña y saco mi compra del supermercado gracias a la certificación del mejor sistema tecnológico para acreditar la legitimidad de cualquier factura: la uña del vigilante.

 

Es así como salgo del súper y llego a mi casa poniendo fin a esta pausa activa demasiado activa. Sin embargo, ahora me encuentro con una nota que me dejaron en la cocina: “Por favor lava los platos”. Excelente excusa. Creo que es momento de otra pausa activa.

Fuente

Reuben Morales