Resiliencia y adaptabilidad en las cadenas de suministro

La economía está directamente ligada al consumo. Todas las organizaciones, no importa si se trata de empresas de servicios o de bienes, trabajan para que alguien al final de su cadena de suministro o red de valor, consuma el producto que han desarrollado y llevado al mercado.

Nadie fabrica un producto para que se quede en inventario, y si se queda en inventario sin que haya un consumo final, este producto dejará de comprarse y producirse con el tiempo.

En un mundo tan competitivo como el actual, tener la capacidad de llegar con este producto al consumidor en el momento que lo requiere y con las condiciones que lo necesita es todo un reto. Con la globalización muchas cadenas de suministro se expandieron obteniendo materiales de diversas partes del mundo debido a la mejora en el transporte global y el impacto de la disminución de las barreras comerciales entre los diferentes países.

Adicionalmente, este mismo fenómeno permitió que los mercados de venta se expandieran, facilitando la venta a consumidores en todo el mundo y ampliando el alcance de las marcas a nivel global. Sin embargo, este fenómeno también condujo a desarrollar cadenas de suministro cada vez más grandes y complejas, y con ellas muchos más eslabones que generan un mayor riesgo y fragilidad.

Como fue evidente a lo largo de la pandemia, la dependencia de proveedores en diferentes partes del mundo hace que cualquier fenómeno, sin importar el lugar de origen, genere una interrupción en el suministro y se afecte la capacidad de las organizaciones de cumplir con las promesas hechas a sus clientes. Ante esto, surge un llamado frente a la necesidad de construir cadenas de suministro resilientes y adaptables.

Pero, ¿cómo se construye una cadena de suministro resiliente? ¿Cómo se desarrolla esa capacidad de adaptarse a diferentes circunstancias e imprevistos que puedan surgir?

Para responder a estas preguntas, es importante pensar que el objetivo es mantener un flujo permanente de materiales y productos hasta que llegan al consumidor final. Una empresa resiliente es aquella que, al sufrir una ruptura en ese flujo, es capaz de reponerse en el tiempo y volver a restablecerlo. Podríamos decir que para ser resiliente se requieren fundamentalmente tres condiciones:
La primera es el capital de trabajo y la producción y venta de otros productos que permiten “aguantar” sin vender este producto en particular y mantenerse mientras se restablece el flujo de materiales y productos.

En segundo lugar, es vital tener la flexibilidad de reconfigurarse rápido y conectando, por ejemplo, con otros proveedores que se convierten en nuevas fuentes de materiales y productos. En tercer lugar, es importante recalcar que los clientes vuelven a adquirir sus productos tras una interrupción en el suministro de los mismos. Esto último, porque los atributos del producto en particular lo diferencian lo suficiente para seguir siendo la mejor opción para sus clientes, ya sea por su calidad, sus características particulares o por su precio final.

De otra parte, una cadena adaptable, tiene la capacidad de no interrumpir el flujo a sus clientes, aunque se haya interrumpido el flujo en su cadena de suministro. Esta adaptabilidad la alcanza de diferentes formas.

En primer lugar, es esencial mantener proveedores alternativos para su suministro como ya mencionamos. Por ejemplo, en países donde el costo sea más bajo y sin dejar de lado fuentes alternativas cercanas que, aunque puedan tener un mayor costo, permiten mantener el flujo de materiales en caso de que ocurra una ruptura del flujo en los otros proveedores.

En segundo lugar, es aconsejable poseer un mayor nivel de inventarios, con el fin de mantener la capacidad de respuesta a los clientes a pesar de interrupciones temporales en el suministro. Esto aumenta el capital de trabajo para mantener estos inventarios.

En tercer lugar, es fundamental tener una capacidad extra o un esquema de producción flexible que le permita modificar sus volúmenes de producción sin alterar sustancialmente los costos y precios de venta al mercado.

La construcción de una cadena resiliente o adaptable, requiere un trabajo conjunto con proveedores y una gestión estratégica del abastecimiento, la producción y la gestión de los inventarios, generando mecanismos que le permitan responder ante las variaciones existentes en la demanda y en el suministro sin perder la competitividad en su mercado.

Estos dos conceptos, se suman a otro concepto muy popular en las últimas décadas: la agilidad.

Esta consiste en la capacidad de dar una respuesta en corto tiempo a las necesidades del mercado. Para ser ágiles, se requiere tener un buen control de procesos que permitan cumplir rápidamente con una solicitud particular de un cliente. En esta agilidad, el tener los volúmenes de inventario suficiente o acuerdos con los proveedores para suministrar los materiales en corto tiempo se vuelven capacidades fundamentales para las organizaciones.

En síntesis, estas capacidades empresariales como la resiliencia, la adaptabilidad o la agilidad se vuelven prácticas que permiten a las organizaciones mantenerse competitivas en el entorno actual, sin perder de vista la necesidad de pensar estratégicamente junto con los aliados de la cadena de suministro.

JUAN PABLO SOTO
Vicedecano de Relaciones Corporativas y Profesor Asociado SC&T
Facultad de Administración – Universidad de los Andes